lunes, 10 de octubre de 2011

Cambio de Conducta

Por: Jesús Nova


En estos días maravillosos, donde los padres y madres llevamos a nuestros hijos/as a la escuela, es importante que nosotros los adultos, los que debemos ser ejemplos para ellos, nos pongamos al acecho en torno a lo que son nuestras formas de comportarnos, no sólo cuando los llevamos a su centro de estudios, sino siempre. Estén con nosotros o no, y les explicaré porqué creo esto.

Al llevar a mis pequeños Rodrigo y Juan Octavio al colegio, me sorprendieron algunas actitudes que vi en un recorrido de no más de 6 cuadras. Lo primero fue ver como se producía un gran tapón en el semáforo de la esquina, gracias a que los ciudadanos/as que debían girar a la izquierda ocupaban el carril de la derecha, lo que no permitía que quienes deseábamos seguir derecho pudiéramos avanzar por el carril que nos correspondía hacerlo, según indican nuestras leyes de tránsito.

Esto, agravado porque varios conductores/as bloqueaban la intercepción con sus lujosos vehículos, vi cuando alguien le dijo: pero por Dios no bloqueen el paso de los demás, ¡ay mi madre! un señor de traje gris le hizo una seña feísima con su mano izquierda, claro está, luego de bocearle varias palabrotas, tan grandes y feas que las que dice Alvarito en la radio no son más que piropos frente a éstas, imagínese usted.

Mientras esto ocurre, yo subo un poco una canción de Marcela Gándara que a mis muchachos y a mí nos gusta mucho. Avanzamos hasta poco antes de entrar al colegio, donde unos diez automóviles hacíamos una hilera pegados a la acera derecha esperando nuestro turno para entrar al centro de estudio a dejar nuestros hijos para que recibieran las clases de ese día pero, para mi sorpresa, dos vehículos con niños abordo aparecieron de repente y se cruzaron delante de todos los que hacíamos turno para entrar.

Pero, lo que más asombro me causó fue ver como el portero mandó a detenerse a quien estaba en la fila, saludó a ambos conductores, sí a los que se atravesaron y les dejó pasar como guardia que saluda y complace a su jefe; yo sólo miré, sonreí y me dije: Señor, gracias por permitirme ver estas cosas y no llenarme de enojo; gracias Padre celestial, pues me pruebas cada día que has obrado en mí, lo digo pues en otro tiempo estos no se abrían librado de un insulto de mi parte.

Pero llegó el momento de la reflexión. Me pregunté una y otra vez, si por la prisa nuestra debíamos dar ejemplo de grosería, indecencia, abuso, intolerancia, arrogancia, incoherencia, imprudencia y prepotencia a nuestros hijos/as; yo prefiero creer que ese día los padres y madres salimos y coincidimos en un mal momento, y que esa no es la forma de actuar cotidianamente de estos adultos; que tenemos el deber de enseñar lo mejor a nuestros vástagos, pues si es así, tenemos por obligación que hacer un cambio de conducta.

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